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Efectivamente, la Iglesia católica trabaja en nuestro país desde hace muchos siglos. Nuestras raíces cristianas proceden de los primeros siglos del cristianismo. Y la Iglesia continúa trabajando y colaborando para crear una sociedad mejor. De manera especial en estos momentos en que, ante la crisis, la Iglesia aumenta su labor asistencial.
Las sociedades las forman personas que ofrecen lo mejor que hay en sí mismas para crear una convivencia social agradable y solidaria, especialmente con los miembros de la sociedad que más lo necesitan. La Iglesia, ofreciendo el mensaje del Evangelio, los sacramentos de la vida nueva que nos ha dado el Señor y practicando el nuevo mandamiento del amor, contribuye mucho a que los cristianos se sientan muy responsables de la vida de las sociedades y se pongan al servicio de todas sus instituciones.
Basta con pensar una cosa para tomar conciencia del trabajo que realizamos los cristianos y las parroquias e instituciones de la Iglesia: ¿Qué sería de nuestras ciudades y pueblos sin el trabajo de los cristianos de las parroquias, de los religiosos y las religiosas y de otras instituciones eclesiales? Y esto en el campo de la espiritualidad, de la atención a los enfermos y a los ancianos, a los pobres y marginados, en el campo de la enseñanza, de la cultura, etcétera. Serían unas ciudades y unos pueblos mucho más pobres y carentes de los muchos servicios que realiza la Iglesia.
Actualmente, la Iglesia católica cumple realmente el lema de la jornada de hoy y contribuye de manera eficaz a crear una sociedad mejor. Mejor espiritualmente, con su testimonio de los valores del Evangelio, que son la raíz de unas vidas llenas de sentido y dispuestas a trabajar para construir una sociedad mejor. Una sociedad que sea mejor también en la formación intelectual, por medio de sus escuelas y sus centros universitarios. Una sociedad mejor en la madurez de las personas, por medio de los movimientos seglares, las catequesis de adultos, jóvenes y niños, mediante la vida comunitaria de las parroquias y de las obras de las órdenes y congregaciones de los religiosos y las religiosas. Una sociedad mejor, asimismo, en el bienestar económico y social, a través de las muchas acciones de solidaridad con los más necesitados. Así lo muestra la actuación de las Cáritas parroquiales y la Cáritas Diocesana de cada obispado y también la de las obras sociales de otras instituciones eclesiales.
Podemos decir con verdad que sin la Iglesia católica nuestra sociedad sería mucho más pobre en recursos humanos, culturales y espirituales.