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El principio de incertidumbre, descrito por el físico Werner Heisenberg hace casi un siglo, establece que el mero hecho de observar una partícula subatómica, como un electrón, altera su estado natural y no nos permite, por lo tanto, averiguar todas sus características. En otras palabras, si tratamos de saber dónde se encuentra esa partícula, nos resultará imposible conocer su «momento», es decir, su cantidad de movimiento lineal, y si medimos su momento, no podremos saber dónde se encuentra.
En teoría, el principio es válido para cualquier tipo de objeto, sin importar su tamaño, pero resulta medible solo en la escala subatómica, donde las reglas de la mecánica cuántica son más evidentes y decisivas. Ahora, en un artículo que publica esta semana la revista Science, los físicos de la Universidad de Colorado afirman que han conseguido detectar los efectos del principio de incertidumbre en un objeto macroscópico, en conreto, en un pequeño tambor de medio milímetro de longitud.