Respuestas
Un elemento
Sencillo, directo y al grano. Las frases cortas (el «staccato», como se llama a veces) son retenidas con más facilidad por los lectores. Este mismo principio se aplica también al número de elementos. Un párrafo de una sola frase u oración tiene mucho más impacto que uno de treinta. Frente a la sobre-adjetivación en un texto, a menudo un único adjetivo bien escogido puede expresar mucho más que una docena. Si además este adjetivo parece encontrarse fuera de lugar, choca con las expectativas del lector y produce una suerte de «disonancia cognitiva».
Considera estos dos asertos: «Juan es listo» y «Juan es listo y guapo, y además tiene don de gentes».
No conocemos personalmente a Juan —tendremos que confiar en la información que nos quiera proporcionar el escritor—, pero no me cabe duda de que «Juan es listo» nos dice mucho más de la inteligencia de Juan que «Juan es listo y guapo, y además tiene don de gentes». Cuando una serie de elementos se ponen todos al mismo nivel y se exaltan al mismo tiempo, la información se diluye de forma inevitable.
Dos elementos
Se diluye, sí, pero solo a veces, pues dos elementos también pueden utilizarse para hacer combinaciones o comparaciones. El escritor obliga así al lector a generar una amalgama con ambos en su mente. También pueden ser contrapuestos para generar tensión, como por ejemplo entre las dicotomías protagonista-antagonista, bien-mal, orden-caos, etcétera.
Tres elementos
Sobre el tres, la regla del tres y su aplicación a la escritura, ya he hablado aquí en otra ocasión. También os recomiendo, al igual que hice en su momento, este artículo de Gabriella Campbell que cubre el uso del tres a otros niveles y este de Jaume Vicent donde aplica la regla de tres al marketing y al copywriting.
Por resumir un poco, “tres” es el número mínimo de fases o etapas necesarias para contar una historia: planteamiento, nudo y desenlace. También es el número mínimo de elementos para poder identificar un patrón.
Quizá por cuestiones culturales, el uso de tres elementos nos suele ofrecer una sensación de completitud. Esto se puede utilizar tanto para describir a un personaje (se suele decir que tres rasgos distintivos a menudo funcionan mejor que uno, dos o cuatro) como su evolución o arco a lo largo de la historia (acción-refuerzo-superación, como explico en más detalle en el artículo de arriba).
Además, el tres se puede utilizar a nivel de escena o a nivel de frase; es decir con la macroestructura literaria (tramas, arcos argumentales, etcétera) como con la microestructura (a nivel de párrafos, de organización de frases, oraciones o de elementos dentro de las mismas).
Cuatro (o más) elementos
A partir de cuatro elementos, pasamos a tener una lista o una enumeración potencialmente infinita. Como dice Clark, en las matemáticas de la escritura, el tres es superior al cuatro. La regla de tres ofrece una sensación de cierre que cuatro o más elementos no pueden lograr. «Una vez añadimos un cuarto o un quinto detalle» afirma Clark, «hemos alcanzado la velocidad de escape, rompiendo el círculo de la completitud». Mediante la acumulación de elementos, cada uno contribuyendo en la visualización de una idea, se pueden conseguir también efectos muy interesantes.
la importancia del número de elementos en la escritura
Un último ejemplo
Quiero acabar este artículo con un fragmento que Clark también cita en su texto, no solo porque ejemplifica a la perfección todos los conceptos de los que hemos estado hablando, sino sobre todo porque pertenece a uno de mis escritores favoritos de todos los tiempos, Jonathan Lethem. Funciona mucho mejor en su idioma original, pero aquí va mi propuesta de traducción:
«El contexto lo es todo. Cámbiame el traje y lo comprobarás. Soy un charlatán de feria, un subastador, un artista que hace performances en el centro de la ciudad, alguien que solo farfulla incoherencias, un senador obstruccionista. Tengo Tourette.»