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“La exposición solar favorece la producción de vitamina D, aumenta la absorción de calcio y previene el raquitismo, pero los baños de sol sin control y en exceso son sumamente perjudiciales”, indica Mario Lecha, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Barcelona y miembro del Grupo de Fotobiología Español. Los diferentes tipos de radiación que recibe la piel tienen efectos muy diversos que pueden presentarse inmediatamente después de la exposición solar o incluso años más tarde. Los trastornos de la epidermis van desde pequeños cambios en la pigmentación hasta tumoraciones graves que pueden extenderse al resto del organismo.
Efectos inmediatos
Acción calórica: La radiación IR (infrarrojos) penetra hasta la hipodermis, transformando su energía en calor. Produce una vasodilatación dérmica que se manifiesta como enrojecimiento y una mayor temperatura cutánea con sensación de calor que puede alcanzar los 41 o 42 grados a pleno sol. La piel, mediante un mecanismo termorregulador reflejo, provoca la sudoración como método de defensa. Cuando estos mecanismos termorreguladores se saturan, se producen los fenómenos de insolación y, posteriormente, el golpe de calor.
Pigmentación inmediata: El bronceado inmediato comienza con la débil energía de la radiación UVA y la luz visible, que oxidan la melanina incolora del interior de los melanosomas, que contienen el pigmento melánico.
Efectos retardados
Eritema solar: “Consisten en la quemadura o enrojecimiento de la piel, que va acompañado de hinchazón o ampollas si la quemadura es muy importante”, señala Lecha. Se produce sobre todo por la radiación UVB, entre dos y seis horas después de la exposición, e incluso puede aparecer hasta 24 horas después.
Engrosamiento del estrato córneo: Es un proceso denominado hiperqueratosis, que se produce por una mayor actividad mitótica de las células epidérmicas ante la acción de la radiación.
Pigmentación retardada: Se trata del bronceado duradero, cuyo responsable es la radiación UVB. Se inicia alrededor de dos días después del comienzo de la exposición, tiempo necesario para la síntesis de melanina.
Efectos a largo plazo
Se distinguen dos tipos de envejecimiento cutáneo, intrínseco y extrínseco, del que podemos destacar el cáncer actínico o fotoenvejecimiento.
Fotoenvejecimiento: Mientras que el envejecimiento cronológico se caracteriza por una piel suave y lisa con arrugas finas, con el fotoenvejecimiento aparecen también arrugas más gruesas, piel áspera, seca y apergaminada, sin elasticidad, con alteraciones de pigmentación (manchas), pequeños capilares rotos y, en los casos más graves, tumores cutáneos precancerosos. El sol va creando pequeñas cicatrices en la dermis que rompen el colágeno y otras fibras elásticas formando grandes surcos en la piel. Es la temida elastosis solar, particularmente visible en la cara y cuello de las personas que pasan muchas horas al aire libre.
Más del 75 por ciento de las arrugas y falta de elasticidad de la piel son debidas al sol, y sólo un 20 por ciento al envejecimiento cronológico (a la edad). "Hoy sabemos que se produce debido a muchos años de exposiciones solares", afirma el doctor Vanaclocha, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Doce de Octubre de Madrid. "El daño producido sale a la luz con mucho retraso: los excesos que se han hecho a los 15 años aparecen a los 40".
En el proceso de fotoenvejecimiento surgen una serie de trastornos:
Hiperqueratosis irregular del estrato córneo.
Cúmulos parcelarios de melanina en la epidermis.
Pobre vascularización dérmica.
Pérdidas de fibras colágenas.
Elastosis.
Alteraciones acneiformes.
Queratosis actínicas (lesiones precancerosas) y cáncer cutáneo, si la exposición al sol continúa.
Cáncer actínico: La incidencia del cáncer actínico está aumentando de una forma preocupante en todo el mundo. No se conoce con exactitud qué mecanismo acciona la actividad tumorígena, pero se cree que no sólo se debe a una acumulación de dosis de radiación, sino que también influyen otros factores, como el envejecimiento fisiológico, que reduce la capacidad del ADN, la densidad melanocitaria y la respuesta inmunitaria.
Se distinguen dos tipos de cánceres:
Epiteliomas: Tumores malignos formados por células epiteliales, con tumoraciones de mayor o menor grado y capacidad de invadir tejidos vecinos y provocar metástasis a distancia en algún momento de su evolución. Están directamente relacionados con la acumulación de radiación solar recibida desde el primer día de vida.
Melanomas malignos: Se trata de un tipo de cáncer cada vez más frecuente que se origina por alteraciones de unas células de la epidermis, los melanocitos. El principal factor de riesgo que existe para desarrollar los melanomas es la exposición a las radiaciones solares cortas pero intensas, y pueden afectar a cualquier edad, tanto a hombres como a mujeres y en cualquier parte de la piel. Son iniciados por exposición de corta duración pero muy intensas. radiación.