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En el S. XIX hubo una división internacional de la economía en el cual estaban los países periféricos que exportaban las materias primas a los países centrales para que aquellos la industrializaran o la procesaran y volvieran a los países a mayor costo. Los países que supieron aprovechar esta ventajosa situación fueron los de clima templado, Argentina, Uruguay, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. El crecimiento de estos países se sustento en un desarrollo económico orientado a la exportación, principalmente del rubro agropecuario.
En el marco de esta situación, Argentina se insertó en el mercado mundial como uno de los principales productores y exportadores de vienes primarios y receptores de capitales, manufacturas e inmigrantes.
Para poder llevar a cabo este modelo se requirieron obras de Infraestructura: transporte para llevar la materia prima que producían las provincias al puerto, barcos frigoríficos para exportarlo (todo esto sustentado con capitales extranjeros) y mano de obra proveniente de Europa a causa del desempleo por la industrialización. De esta manera, se conformaron los mercados de factores básicos de cualquier economía capitalista: tierra, trabajo y capital.
En Tucumán, Jujuy y Salta hubo mucha producción azucarera y provincias como La Rioja, Catamarca, Santiago Del Estero y San Luis no pudieron unirse a este desarrollo comercial porque no tenían productos para ofrecer al mercado externo se vieron perjudicadas a partir de 1880. Estas provincias tenían producciones artesanales -por ejemplo, textiles y aceites que decayeron debido a la competencia con los productos importados que ingresaban en mayor cantidad y resultaban en menor precio. También en Mendoza con Cuyo se desarrolló la vitivinicultura, favorecida por el cultivo de distintas variedades de uvas, por la extensión del riego y el aumento de las tierras del cultivó. Además de producir bienes agrícolas y ganaderos.