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Su gobierno continuó en gran parte la obra realizada por el general Benavides y fue de una relativa democracia, pues mantuvo proscrito al partido aprista y al partido comunista. No obstante, su gobierno fue menos duro que el de su antecesor Benavides. Optó por enviar al destierro a los dirigentes apristas a quienes encontró en la cárcel, como Carlos Manuel Cox y Pedro Muñiz. El líder aprista, Haya de la Torre, desde la clandestinidad, se dedicó por entero a la organización de su partido, esquivando la persecución policial. La Tribuna, órgano aprista, se editó clandestinamente. Solo en su último año, con motivo de las elecciones generales, el gobierno legalizó la participación del APRA, que en esa ocasión formó parte del Frente Democrático Nacional con el nombre de “Partido del Pueblo”.