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En la Galería de Celebridades, de Bartolomé Mitre, se destaca a San Martín como la figura militar por antonomasia. Pero sólo como militar. Su genio en la materia no se discute y es en lo único en que los historiadores se han puesto de acuerdo. Pero no son pocos los autores que pasan por alto su talento político: quizás el más brillante de los primeros años de la libertad.
Como ninguno, San Martín vio los peligros que acechaban a la Patria, desde afuera y desde adentro, y fue gracias a su visión política que la Argentina alcanzó su independencia en 1816. Ese era parte del plan libertador. La parte más importante, ya que algunos motorizaban un plan para entregar el país al cobijo de los portugueses, otros pactar con España y un tercer grupo, el alvearista, reclamar la protección británica.
San Martín, en cambio, planificaba su estrategia militar al tiempo que se preparaba para dar un golpe mortal a los traidores: la independencia nacional. Sobre el plan militar, hoy bien conocido, solamente diremos que preveía contener a los españoles y portugueses por el este, con Artigas y la flota oriental; por el norte con las montoneras de Güemes y más tarde con el ejército de Belgrano, y por el oeste, él se encargaría de envolver a los realistas en Chile y lanzar todo su poderío militar sobre Lima.
En Buenos Aires había otros planes. La idea de dominar y avasallar a las provincias creó un nuevo frente a San Martín: la guerra civil. En realidad aquí comenzó una lucha paralela con el puerto. Rondeau, Director Supremo, ordena a San Martín y Belgrano que desplieguen sus tropas hacia el Litoral para combatir a los caudillos provinciales.
En esos momentos tan cruciales hubiese significado tender un puente de playa a los realistas, para que invadan desde el norte y el oeste. San Martín desobedece, Belgrano no, pero el general Bustos le subleva las tropas al general abogado, en Arequito, negándose a intervenir en la guerra civil.