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Daniela era una joven estudiante de cuarto año de medicina. Llevaba una vida dinámica y alegre, entre sus estudios y las múltiples actividades deportivas que compartían con Ricardo, su pololo, desde hace ya cuatro años. Era Octubre del año 2002 y se acercaban los Juegos Inter-Escuelas de medicina, que ese año se realizarían en la ciudad de Temuco. Daniela no tenía muchas ganas de viajar. Macarena, su mejor amiga, no iría y además pronto debía rendir un examen muy difícil de dermatología. Finalmente, decidió ir. Ya arriba del tren, su entusiasmo apareció al ver que sus amigos disfrutaban de esta nueva aventura. Comenzaron a desplazarse a través de los vagones, para socializar y compartir con otros estudiantes, pero algo terrible e inesperado sucedió. En uno de los vagones había muy poca luz y en el piso un hoyo por donde Daniela repentinamente cayó. Así comenzó su pesadilla, despertando sobre los rieles del tren, en plena oscuridad, sin entender lo sucedido. Con horror pudo percatarse de que había perdido sus manos y piernas, y que si no hacía algo moriría. Gracias a Dios, Ricardo Morales, caminaba a esa hora cerca del lugar en donde cayó Daniela, y pudo socorrerla. Pidió ayuda en una bomba de bencina cercana, y pronto llegó el equipo de rescate del SAMU de Rancagua, a brindarle los primeros auxilios. Daniela, al borde de la muerte, luchaba por su vida, pensaba en su familia, en las muchas cosas que aún tenía por hacer, y en que no quería morir. La noticia del accidente pronto fue conocida por sus padres y por su pololo Ricardo, quienes viajaron desesperados hasta Rancagua. Allí vivieron horas interminables de dolor, en donde Daniela se debatía entre la vida y la muerte. Pronto fue trasladada al Hospital Clínico de la Universidad Católica, en donde inició su rehabilitación, en medio de muchas operaciones que le fueron realizadas. También asistió a la Teletón, en donde muchos especialistas le brindaron su tiempo y dedicación para ayudarla a superarse. Aun así, toda la ayuda brindada no fue suficiente, por lo que debió trasladarse a un importante centro de rehabilitación de Estados Unidos, Filadelfia. Allí, en el Moss Rehab Institute inició las terapias física, ocupacional y recreativa. Cada día era un nuevo desafío, en donde recibía todo el cariño de los médicos y terapeutas que no solo se preocupaban de su rehabilitación de su cuerpo, sino que también de darle fortaleza y esperanza a su espíritu. Daniela logró salir adelante, con el apoyo y el amor de su familia, de su pololo y de sus amigos, que nunca la dejaron sola. También recibió interminables muestras de cariños de miles de chilenos, que solidarizaron con ella y admiraron su fuerza y valentía. Retomó sus estudios, todas sus metas y la firme tarea de volver a ser feliz.