Respuestas
Nací en el siglo de la defunción de la rosa
cuando el motor ya había ahuyentado a los ángeles.
Quito veía andar la última diligencia
y a su paso corrían en buen orden los árboles,
las cercas y las casas de las nuevas parroquias,
en el umbral del campo
donde las lentas vacas rumiaban el silencio
y el viento espoleaba sus ligeros caballos.
Jorge Carrera Andrade nace en 1903, esto es, cuando empezaban a llegar los primeros automóviles a Ecuador (en 1904 llega el primero y en 1906 se abre en Quito una pequeña empresa de autos). Por tanto, el poeta nace, en efecto, en una época en que la rosa muere como símbolo de la belleza (es decir, pierde ese significado), para dar paso a una tecnología todavía incipiente, pero que amenazaba con arrasar los emblemas de la aún pequeña ciudad capitalina.
El motor, esto es, los vehículos que empezaban a llegar a la capital, pronto sustituyen a las antiguas “diligencias”, hecho que marcará también que la ciudad vaya ganando territorio al campo; lo urbano se impone ante lo rural “donde las lentas vacas rumiaban el silencio / y el viento espoleaba sus ligeros caballos”. Por otra parte, la velocidad que estos automóviles alcanzaban era, obviamente, mayor a la de las diligencias, con lo cual el panorama se ve en un orden distinto, que ya no es rítmico. Finalmente, los árboles, las cercas y las casas cambian con las nuevas parroquias.
Es claro que para 1937, año en que Carrera Andrade escribe este poema, estos hechos propios de la modernidad se han formalizado en la capital ecuatoriana, dejando su impronta en la sensibilidad de muchos. Raquel Naranjo dice: “Vale resaltar que el hombre moderno que encarna en la poesía de Carrera Andrade es uno que se hace preguntas y quiere saber por el sentido de ser, que busca lo que está más allá de la vida inmediata y solo encuentra el presente; y en esta búsqueda sin resultado está su identidad” (Naranjo, 222). La mención que hace Carrera Andrade a su nacimiento implica una pérdida por ruptura, lo que significa la dificultad de construir la identidad.
En cuanto a los recursos utilizados, la animación en el último verso “El viento espoleaba sus ligeros caballos” nos remite a un ámbito rural, quizá añorado por el poeta ante los embates de la aplastante modernidad. Precisamente, el poeta puede intentar conectarse con lo rural para evitar, en parte al menos, los efectos de la ruptura. Los cuatro epítetos de esta estrofa se relacionan directamente con el paso del tiempo: “última, nuevas, lentas, ligeros”.
De esta forma, a través de la pluma lírica, Carrera Andrade nos proporciona ya en la primera estrofa un retrato del proceso de modernización que se vive en la capital y de la forma en que ese proceso afecta a su interioridad y, por lo mismo, la manera en que los quiteños perciben ese proceso. Y es que la labor poética no puede deslindarse de su actitud ante los acontecimientos, ante la historia, ante la deshumanización… En efecto, la voz poética es también la voz de los habitantes quiteños –en este caso- que asistirán, junto con los albores del siglo XX, a los primeros signos de la modernización de su ciudad y, con ellos, a la pérdida del encanto bucólico.
Respuesta:
Quito era tratado como un símbolo de cambio, de lo antiguo a lo moderno por el cual estaba pasando en esa época.