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Las fuerzas neoliberales en América Latina han podido finalmente reagruparse. Después del ocaso del neoliberalismo en la región, las cenizas del pasado más oscuro de nuestros países esperan encender nuevamente la opresión sobre los pueblos. No obstante, estas fuerzas contrarrevolucionarias se enfrentan ahora a su propio sepulturero: las mayorías populares de Sudamérica.
Una nueva orientación económica, política e ideológica dentro de las fronteras de América Latina viene asomando gradualmente que, asimismo, encuentra su correlato en las condiciones de transformación mundial del capitalismo. Trasformación que no sólo obedece a la declinación de las formas de dominación global consumadas por el imperialismo, sino que conduce a una esforzada tendencia por cambiar firmemente las complejas relaciones de sumisión extranjera que yacen en los pueblos sometidos. Claro que sería absolutamente absurdo considerar que estos cambios no encontrarían la debida resistencia en los actores del poder económico y en los agentes del conservadurismo político. Cuestión esta que, por cierto, vuelve a desnudar la dinámica del capitalismo para regenerarse cuando sus estructuras dominantes parecieran agotarse. Pero que, al descargar las fuerzas de restauración sobre los giros populares, terminan por reanimar y reforzar los procesos transformadores de manera aún más radical, haciendo del socialismo y la revolución un hecho irrevocable.
Así como nuevos procesos nacionales, populares o revolucionarios consiguieron irrumpir progresivamente desde que la crisis del neoliberalismo arrasara las estructuras económicas y políticas dominantes desde finales de siglo XX y principios del XXI, la recomposición de una "nueva derecha contrarrevolucionaria" representa una tendencia creciente en América Latina, que logra esclarecer además los rumbos que podrían asumir las economías periféricas, la política global y las condiciones mundiales del capitalismo de triunfar estas tendencias. Al fin y al cabo, las características políticas más reveladoras de esta derecha en América Latina tienen que ver no sólo con la defensa de sus intereses históricos ligados a las economías dependientes, sino también con aquellos intereses políticos que se esfuerzan por preservar las formas globales del capitalismo, bloqueando las alternativas de construcción en América Latina y dando lugar a una nueva fase mundial de sometimiento regional y mundial.
La "nueva derecha" en América Latina, si bien encuentra su correlato en las nuevas condiciones mundiales del capitalismo, refleja la vieja alianza entre los negocios coloniales del imperialismo y las oligarquías exportadoras, como así también las burguesías asociadas al capital y a la ideología extranjera y los modernos medios de comunicación que, cada vez más ferozmente, asumen la vanguardia ideológica-política de las restauraciones conservadoras. Pues bien, esta derecha dio hace unos meses dos grandes golpes: uno inconstitucional y, el otro, legitimado por la democracia. A las estrategias contrarrevolucionarias más reaccionarias, autoritarias e inconstitucionales, como los intentos separatistas desatados en países como Bolivia y Ecuador, los modelos renovados de terrorismo estatal en Colombia y Perú frente a los sectores populares, indígenas, campesinos y líderes sociales, o el golpe de Estado cívico-militar en Honduras, se le agregan maniobras económicas y políticas no menos desestabilizadoras, pero quizás más tardías y con mayores márgenes de parálisis política. La superioridad electoral de Sebastián Piñera en Chile frente a un gobierno que no forjó ningún proceso nacional como la historia chilena demandara, las oscilaciones políticas de Tabaré Vázquez en Uruguay o la victoria de la clase política neoliberal en las elecciones legislativas sobrevenidas en Argentina el 28 de Junio, reflejan esta segunda tendencia de la derecha a consumar un severo golpe a las conquistas democráticas, populares y nacionales por la vías de la legalidad institucional.