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Durante decadencia del Imperio Romano, fueron muchos los pueblos bárbaros que, aprovechando las disidencias internas, se aproximaron a sus fronteras y se establecieron en ellas, presionando en forma permanente para entrar. Si bien las legiones romanas contuvieron todos los intentos realizados, los bárbaros lograron penetrar lentamente entre los siglos I y IV, y establecerse en el interior, hasta que, finalmente, empujados por otros pueblos, lo hicieron en forma violenta. Es decir, de forma pacífica irrumpieron en el imperio para después destruirlo. Uno de los bárbaros que destacaron fueron; Teodorico, jefe de los ostrogodos; Odoacro, rey de los hérulos; Arrío, obispo de Alejandría quien negaba la eternidad de Jesús y no reconocía a la Santísima Trinidad; Atila jefe de los hunos; etc.