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Las carnes rojas contienen grandes cantidades de sustancias tóxicas, como la grasa animal, que impide la formación de linfocitos, que son importantes células del sistema inmune del cuerpo. Si sueles consumir refrescos de sobre o gaseosas en lata, es probable que tu sistema inmunológico no funcione de la mejor manera.
Algunas de las cosas que pueden dañar el sistema inmunológico son una mala alimentación, poco ejercicio, tabaco, sedentarismo y otros hábitos perjudiciales para la salud. El sistema inmunológico (inmunitario o inmune) está conformado por un complejo conjunto de células, órganos y tejidos del cuerpo humano que trabajan intrincadamente para protegernos de enfermedades.
Hábitos, alimentos y causas externas que pueden dañar nuestro sistema inmunológico
Productos refinados
El proceso que sufre la caña de azúcar para convertirla en un polvo totalmente blanco o la refinación de otros alimentos como el arroz, la harina de trigo o maíz, hace que pierdan gran parte de la fibra que contienen y por ende, sus propiedades nutritivas. Esto quiere decir que estamos comiendo, pero en realidad no nos estamos alimentando. A largo plazo, el consumo de este tipo de alimentos va afectando nuestro sistema inmunológico, haciéndonos más vulnerables a enfermedades crónicas y autoinmunes.
Estrés
El estrés el mal moderno de los habitantes de las grandes ciudades. Se habla alegremente del estrés, pero en realidad es el origen y principal culpable de la mayoría de las enfermedades actuales. La velocidad a la que nos obliga vivir el mundo de hoy a veces no logra ser bien manejada por todos; esto deriva en un estrés crónico (por tiempos prolongados) y podemos llegar al punto de necesitar ese permanente vértigo para enfrentar el día a día.
Sedentarismo
Hacer deporte o algún tipo de ejercicio físico, lo activa para combatir infecciones virales o bacterianas y disminuye la probabilidad de sufrir enfermedades crónicas como osteoporosis, artritis o cardiopatías. Con el ejercicio se reduce el estrés y se aumenta la producción de anticuerpos y glóbulos blancos. Por otra parte, la elevación de la temperatura corporal reduce la posibilidad del crecimiento de bacterias.
Consumo de alcohol
Está científicamente comprobado el beneficio que puede aportar a la salud cardiovascular el consumo de un vaso de vino diario, pero el exceso en el consumo de bebidas alcohólicas puede echar por la borda todo lo beneficioso de su consumo moderado. Además, el consumo excesivo de alcohol reduce la producción de glóbulos blancos, ralentiza la actividad digestiva y sobrecarga el trabajo hepático, reduciendo su capacidad de almacenar vitaminas.
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Consumo de tabaco
El cigarrillo común tiene más de 250 sustancias altamente nocivas para la salud, entre las que se encuentran algunas consideradas directamente venenosas como el amoníaco, el arsénico, la nicotina y el tolueno. El cuerpo humano es maravilloso, pero “de fábrica” no vino preparado para procesar químicos tan potentes y devastadores como los contenidos en los cigarrillos. Lentamente, este poder letal va afectando a todos los sistemas del cuerpo humano, y el sistema inmunológico no es la excepción.
Aditivos químicos
Colorantes y saborizantes artificiales están contenidos en todos los alimentos envasados, deshidratados y enlatados, así como en las bebidas gaseosas, polvos para diluir y jugos envasados. Su consumo indiscriminado deriva a la larga en enfermedades como asma, alergias, déficit de atención y hasta cáncer.
Deficiencia de vitamina D
La deficiencia de Vitamina D en el hombre de hoy se puede deber, además de la baja ingesta de alimentos que la contienen (frutas, verduras y pescados frescos), a la disminución en la exposición al sol, producto de la vida agitada y las largas horas que los trabajadores deben permanecer en recintos cerrados, ya que es sabido que la principal fuente de esta vitamina está en la exposición controlada y moderada al sol.
Falta de sueño
Si bien no se conoce exactamente la incidencia de un buen sueño en el buen funcionamiento del sistema inmunológico, sí existen evidencias de que las personas adultas con menos de 6 horas de sueño en promedio son más propensas a enfermarse. Además, la falta de sueño incrementa la secreción de la hormona del estrés y disminuye la secreción de melatonina que ayuda a aumentar las defensas naturales del organismo.