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Agencia TSS – Dicen que los bienes de capital son fábricas de fábricas. Maquinaria para todo tipo de industrias, generadores de energía eléctrica a partir de fuentes renovables y no renovables, y hasta plantas completas entregadas en la modalidad llave en mano tienen un verbo en común: generan. Generan productos, empleo calificado, tecnologías y competitividad a nivel internacional. De esta manera, el desarrollo de los bienes de capital se traduce en el crecimiento socioeconómico del país que los produce.
Sin embargo, según un informe de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de la República Argentina (ADIMRA), actualmente se importa más del 60 por ciento de los bienes de capital que se utilizan en la Argentina. Pero, además, se estima que al menos el 65 por ciento de esas importaciones se podría sustituir por bienes que se producen localmente. ¿Por qué se da esta contradicción? “La legislación favorece la importación del bien terminado y castiga la fabricación en la Argentina”, asegura el ingeniero electrónico Rubén Fabrizio, director ejecutivo de la Cámara de Industriales de Proyectos e Ingeniería de Bienes de Capital (CIPIBIC), una de las 13 cámaras sectoriales agrupadas en ADIMRA. “Se ha privilegiado la importación de bienes de capital”, agrega.
Los bienes de capital importados provienen del sudeste asiático (principalmente China), Estados Unidos y Europa.
En tanto, dentro de la región, el gran proveedor es Brasil.
Fabrizio se refiere, por ejemplo, al hecho de que los productores de bienes de capital deben pagar un derecho de exportación. “Es una medida que se tomó en 2002, en medio de la crisis, pero ya no tiene mucho sentido castigar la exportación de bienes de alto valor agregado”, señala. Por otra parte, muchos insumos metálicos que son necesarios para la producción de estos bienes y no se fabrican localmente tienen un alto arancel de importación. El ingeniero grafica así la situación: “La Argentina es el único país del hemisferio sur con tecnología eólica propia. Sin embargo, si se importa un aerogenerador completo, que es un equipo de varios millones de dólares, entra con arancel de importación cero. En cambio, el fabricante nacional, para importar los insumos que le sirven para fabricar ese producto, tiene que pagar un arancel. Estas inequidades tendrían que ser eliminadas”.
En general, los bienes de capital importados provienen del sudeste asiático (principalmente China), Estados Unidos y Europa. En tanto, dentro de la región, el gran proveedor es Brasil, especialmente en lo que respecta a rodados, como acoplados, semirremolques y maquinaria agrícola. “La competitividad de los países está marcada por la adultez de los bienes de capital. Los países que han desarrollado más tecnología son los que han alcanzado mayor desarrollo socioeconómico; los que tienen sociedades más estables, con mejor distribución del empleo y de las riquezas”, sostiene Fabrizio y agrega otra desventaja local: “En la Argentina, la fabricación de bienes de capital está básicamente a cargo de Pymes que compiten contra grandes empresas extranjeras”.
La Argentina es el único país del Hemisferio Sur con tecnología eólica propia. Sin embargo, si se importa
un aerogenerador completo, entra con arancel de cero.
Además de eliminar el derecho de exportación para los bienes del sector, el referente de CIPIBIC sostiene que el Estado debería promover el “compre nacional”, es decir, que haya una fuerte decisión política orientada a adquirir bienes de capital producidos localmente, especialmente en infraestructura vial, energética y de telecomunicaciones. En cuanto a políticas públicas que favorezcan la fabricación de estos bienes, Fabrizio comenta que, desde 2001, está vigente un bono fiscal para el sector, “que compensa de algún modo el arancel cero de importación. Pero, el año pasado, se renovó con varios meses de atraso. Por eso estamos pidiendo que el bono para bienes de capital tenga fuerza de ley y una vigencia de por lo menos dos años, para dar mayor certidumbre al sector”, indica.
El ingeniero hace hincapié en la necesidad de políticas de largo plazo y lamenta la ausencia de una herramienta financiera que incentive la producción de bienes de capital. “Ya llevamos 20 años sin un banco de desarrollo industrial, desde que en 1994 Menem clausuró el Banade (Banco Nacional de Desarrollo). En un proyecto industrial autosustentable a largo plazo es imprescindible privilegiar al sector de bienes de capital”, asegura.