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Con el descubrimiento de América se abre el escenario de las grandes posibilidades comerciales que las nuevas tierras y rutas proporcionarían. Tras la era de los descubrimientos, en Europa se idearon distintos viajes de exploración científica. Fue la Corona Española la primera en llevar a cabo estas exploraciones a escala global aunque posteriormente con la ayuda de las innovaciones tecnológicas (teodolito, cuadrante, cronómetro de precisión, brújula, telescopio, etc.) y motivados por la aparición de nuevas corrientes filosóficas y científicas (Jean-Jacques Rousseau, Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, Charles Darwin, entre otros) entran en escena otras potencias que aspiran capitalizar los nuevos conocimientos.
Fue, sobre todo, a partir de mediados del siglo XVIII y durante el siglo XIX cuando se multiplicaron las expediciones de carácter predominantemente científico. Más que para descubrir nuevas tierras, estas misiones tenían por objetivo cartografiar las diferentes regiones, descubrir la fauna y la flora (la historia natural), realizar observaciones astronómicas y meteorológicas y probar nuevas teorías en la forma de calcular la longitud. También, muy a menudo, coexistían objetivos políticos, más o menos encubiertos, que buscaban establecer o fortalecer los asentamientos y colonias.