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Los bailes y danzas de la Costa Sur del Pacífico mexicano tienen raíces universales, ya que conjugan la experiencia cultural de indígenas, españoles y negros reunidos por los acontecimientos históricos en esta región. Se cuenta con múltiples relatos y descripciones de estos bailes; algunos se refieren a la seducción de su contenido y otros al ritual que los requiere. La danza es el clímax de la fiesta del pueblo, con ella se transforma su voluntad en movimiento.
La historia de la danza en México nos ha sido legada en documentos y objetos artísticos que datan de hace más de tres mil años. Sus representaciones se han encontrado en todo el país desde los hallazgos de Tlatilco (1400 a.c.), donde aparecieron figurillas de barro que representan bailarines con máscaras, sonajas en las manos y cascabeles en las piernas; los códices Borbónico y de Tlatelolco; los testimonios de los cronistas del siglo XVI: Sahagún, Durán, Motolinia, Mendieta, Torquemada y Landa. Los conquistadores y colonizadores trajeron también sus bailes a la Nueva España, transformando aquellas danzas referentes a los Caballeros Águila y Caballeros Tigre en las de Moros y Cristianos, entretejiendo así la "hermosa trenza dorada" de la danza mexicana junto con nuestra tercera raíz venida de África.
En la historia de la danza en México encontramos que los académicos, intelectuales y artistas han jugado un papel muy importante al encabezar el rescate y la consolidación de las más diversas manifestaciones de las danzas, sones y jarabes. De forma similar en las comunidades de Oaxaca, los consejos de ancianos, los cabildos, las autoridades municipales y todos los personajes caracterizados al interior de los pueblos, se han preocupado por mantener las tradiciones y costumbres que tienen que ver con las danzas, bailes, sones y chilenas; porque todo esto es una manera de preservar la identidad, de identificarse con un lugar y una historia, de saber quienes somos "los verdaderos nosotros".