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Ahora, ha surgido una línea historiográfica en Bolivia que banaliza el tema histórico real, construyendo un "tema supuestamente colonial" para justificar la existencia de naciones contrarias a lo que los españoles trajeron en 1535. En las obras que han salido a la luz últimamente se habla de que hay dos historias: la de la Colonia y República y la de los pueblos oprimidos. Es una idea falsa.
El desarrollo del sistema capitalista ha fortalecido la concepción de que las culturas, que no naciones; aymaras, quechuas y guaraníes; llevan en su esencia el lucro y no son solidarias en absoluto a no ser que sus intereses inmediatistas les lleven a disfrazar sus verdaderas intenciones. Lo que no se quiere entender es que los españoles, al menos en lo que hoy es Bolivia, solamente llegaron a explotar recursos, por un lado, pero también a incorporar a su religión a los indígenas. No fueron excesivamente crueles como otros en otras partes del Mundo, tampoco tan buenos y no tenían que serlo.
En el colmo del oportunismo se presentó una obra sobre el desarrollo del comunitarismo en Rusia y otros países cuando la idea fundamental de Marx, Éngels y Lenin era que pueblos atrasados pasen al comunismo directamente bajo ciertas condiciones: una situación desesperada y su voluntad, pero además un país donde llegó la Revolución comunista, pero no un populismo regresivo.
Finalmente, los historiadores de la UMSA (Universidad Mayor de San Andrés de La Paz) han estructurado una obra excelente de manera formal que no condice con cómo se construye la historia. Lo de dos historias es una falsedad porque puede haber muchas más. Terminantemente, los aymaras no son más importantes que los mestizos, sino iguales, desde el punto de vista histórico, y también diferentes porque culturalmente son otros, pero no más importantes.
Hola n.n
La historia no es una ciencia experimental, ni mucho menos práctica, en la que tras una serie de operaciones matemáticas, físicas o químicas, ni tras estudios estadísticos o de probabilidad se llegue a una serie de conclusiones positivas, medibles, cuantificables. En este sentido, la historia no sirve para nada.
Ello lleva entonces a formularse y reflexionar en primer lugar, sobre qué es y no para qué es la historia, puesto que si conocemos la esencia de la misma podremos indicar cual es por naturaleza su finalidad y cómo se ha de desarrollar.
La historia es una ciencia humanística y por tanto, una ciencia que estudia al hombre, pero no como lo harían otras ciencias de esta misma naturaleza como la filosofía, sino que la historia, estudia al hombre en un tiempo y espacio concretos, atendiendo a los hechos y a las acciones del mismo, así como a sus repercusiones de las que somos herederos en la actualidad, tanto a nivel material como de pensamiento, creencias, etc.
Por tanto, entendiendo la historia como ciencia cuyo objeto de estudio es el hombre, en un marco espacio-temporal concreto, y sus acciones pasadas mediante las cuales se ha ido configurando el presente, cabe preguntarse cómo se hace historia.
La historia no es “simple tradición” como señaló Henry Ford, ni una tradición que se repite en un “incesante volver a empezar”, como apuntó Tucídides, puesto que como dijo el célebre dramaturgo español Jacinto Benavente, “una cosa es continuar la historia y otra repetirla”.
La historia, desde el punto de vista científico, es una sucesión de acontecimientos humanos del pasado, que no se volverán a repetir nunca más, puesto que cada hombre, cada persona y cada circunstancia es única. No obstante, precisamente porque todas las personas son hombres, encontramos en sus acciones aspectos propios de su naturaleza racional, o respuestas parecidas fruto de la voluntad y de la libertad, que hacen que percibamos las mismas como una repetición de esas situaciones o sucesos que acontecieron en épocas pasadas, puesto que el hombre sigue siendo hombre.