Respuestas
El primer paso de fe es el más complicado. Personalmente, creo que es en este episodio en la vida de Abraham que él demuestra más fe; incluso más que en el casi sacrificio de Isaac.
La fe es consecuencia del relacionamiento. Cuanto más profundo, natural y constante sea este; más profunda, natural y constante será aquella. Parece una fórmula matemática, pero es vida cristiana.
Dios le dijo a Abraham que tenía que salir de una ciudad que, según los estudiosos de la Biblia, estaba perfectamente situada para el comercio, cerca del rio Éufrates. Era una ciudad en la que las excavaciones han descubierto el palacio de un rey, varios templos, algunos barrios residenciales, objetos arqueológicos de metales nobles y piedras preciosas. Ur era una gran ciudad del antiguo imperio.
¿Dejarlas todo esto por una orden de Dios? Cuando Dios ordenó al héroe de la fe que sacrificara a Isaac, ya tenía una larga historia de bendiciones, milagros y cuidados divinos. En aquel momento, según dice la Biblia: Dios habló, ordenó, y Abraham obedeció. Imagina la sonrisa que se dibujó en el rostro de Dios cuando su hijo hizo caso.
No conozco tu historia. Quizá Dios te haya pedido, por su llamado, un paso enorme de fe para iniciar tu caminata rumbo a la Canaán celestial. Quizás hayas tenido que abandonar a tu familia o tu trabajo, por seguir a Cristo.
De una u otra manera, me gustaría que pienses que lo que tú abandonaste, lo que yo tuve que abandonar y lo que Abraham debió dejar atrás no tiene punto de comparación con lo que Cristo dejó de lado, para venir a este mundo a fin de salvarte.
En el caso divino, no había promesas de una tierra rica en bendiciones, ni de una larga genealogía. La única promesa que Cristo tenía al dejar el cielo era que en un par de años sería rechazado, maltratado y crucificado. Sabía que su grupo de amigos más cercano lo iba a abandonar y, en soledad, tendría que morir creyendo que -quizás, algún día- un ser humano perdido en el sur del universo iba a creer en su sacrificio y entregarle la vida.
Hoy tienes la oportunidad de dibujar a Dios una sonrisa en el rostro. No la pierdas.