Respuestas
Con tres pinceladas queda retratada la primera comunidad cristiana en los Hechos de los Apóstoles: ser capaz de plena concordia “por dentro” (cfr. Hch 4,32), dar testimonio de Cristo “por fuera” (cfr. Hch 4,33), e impedir que ninguno de sus miembros padezca miseria (cfr. Hch 4,34). Son las tres peculiaridades del pueblo renacido de lo Alto (cfr. Jn 3,7), del Espíritu que da vida al primer núcleo de los nuevos cristianos, cuando aún no se llamaban así.
1. En primer lugar, una comunidad armónica. Tenían un solo corazón y una sola alma (Hch 4,32). Una comunidad en paz. Eso significa que en aquella comunidad no había lugar para murmuraciones, envidias, calumnias, difamaciones. ¡Paz! ¡Y perdón: el amor lo cubría todo! Para identificar una auténtica comunidad cristiana, debemos preguntarnos cómo es la actitud de esos cristianos. ¿Son mansos y humildes? ¿Se pelean entre ellos por el poder? ¿Hay peleas de envidia? ¿Hay murmuraciones? Si es así, no van por el camino de Jesucristo. Y esta peculiaridad es muy importante, mucho, porque el demonio siempre intenta dividirnos: es el padre de la división. Y no es que les faltaran problemas a la primera comunidad cristiana: luchas internas, doctrinales, de poder, que también volvieron a aparecer luego. Por ejemplo, cuando las viudas se quejaban por no ser bien atendidas y los Apóstoles tuvieron que ordenar diáconos. Pero ese momento fuerte de los comienzos fija para siempre la esencia de la comunidad renacida del Espíritu.
2. En segundo lugar, una comunidad de testigos de la fe, con la que hay que comparar toda comunidad actual. ¿Es una comunidad que da testimonio de la resurrección de Jesucristo? (cfr. Hch 4,33) ¿Esa parroquia, esa comunidad, esa diócesis cree de verdad que Jesucristo ha resucitado? ¿O lo dice solo de boquilla: Sí, ha resucitado, porque lo cree así, pero su corazón está lejos de esa fuerza? Hay que dar testimonio de que Jesús está vivo, está entre nosotros. Así se puede comprobar cómo va esa comunidad.
3. La tercera característica con la que medir la vida de una comunidad cristiana es la pobreza. Y aquí, podemos distinguir dos aspectos (cfr. Hch 4,34-35). Primero: ¿Cómo es tu actitud o el de tu comunidad hacia los pobres? Segundo: ¿Esa comunidad es pobre: pobre de corazón, pobre de espíritu? ¿O pone su confianza en las riquezas, en el poder?