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Con respecto a la ética Aristóteles propone que todo lo que conduce al hombre a su propio bien y al logro de sus verdaderos fines es una acción buena y todo lo que lo desvía de ese objetivo es una acción mala.
Existen distintas clases de bienes; y según la actividad que realice cada uno será el bien que desea conseguir. Y también diferentes fines, que pueden ser parciales y que están subordinados a otros de carácter último.
Por ejemplo un médico que cura una herida como fin inmediato para recuperar la salud del enfermo como fin último.
Aristóteles trata de explicar el Bien como fin último. Para ello cree necesario remitirse a la ciencia ética individual y luego a la ciencia ética política.
El objeto de la ética individual o moral, son las obras humanas y se parte de los juicios morales para establecer principios generales, con el supuesto que existen en el hombre tendencias naturales innatas hacia la armonía, la coherencia y el equilibrio, sabiduría que constituye la base de la ética natural.
Por lo tanto para Aristóteles existe una naturaleza humana, una forma “a priori” de ser del hombre con valores absolutos.
Para Aristóteles la felicidad es el fin al que aspira todo hombre, relacionada con la actividad virtuosa no transitoria sino durante toda la vida, entendiendo por virtudes la moral y el intelecto, reconociendo que para lograrlo es necesario contar con medios externos.
Para ser bueno, dice Aristóteles, se necesita desarrollar un buen carácter, el cual se desarrolla por medio del accionar virtuoso, ya que el hombre tiene ya una predisposición habitual hacia la virtud.
El accionar virtuoso crea un hábito y a medida que avanza la educación el hombre se puede dar cuenta que esa actitud le reporta únicamente beneficios, por lo tanto la adopta para siempre y así de esa manera se convertirá en un virtuoso moral.
La virtud tiene que encontrar su justo medio, ni caer en excesos ni en defectos.
La virtud es la disposición a elegir en base a las reglas del hombre virtuoso, con capacidad de discernimiento moral al tomar decisiones, o sea que posea la sabiduría práctica esencial para saber que es lo que tiene que hacer según las circunstancias.
Para Aristóteles, el hombre prudente es aquel que pueda ver el bien del hombre en todas las circunstancias.
La virtud no es extremista, constituye una síntesis entre los opuestos. Ni tan malo ni tan bueno. Es en la síntesis donde disminuye la parte peligrosa de los valores absolutos.