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Aunque no es este un tema que afecte directamente a la época colonial de la que nos ocupamos aquí, lo cierto es que para muchos investigadores, el origen de la diversidad dialectal del territorio americano y uno de los criterios para el establecimiento de zonas diferenciadas tiene mucho que ver con la etapa colonial, en particular, con el origen social y lingüístico de los colonos, con las zonas de asentamiento, la cronología de dichos asentamientos y la posterior mayor o menor contacto con la metrópoli, con la división inicial del territorio en virreinatos y con la presencia mayor o menor de población indígena, entre otros. Para Henríquez Ureña (1921), por ejemplo, es determinante el papel de los sustratos indígenas lo que le lleva a dividir el continente en cinco zonas influidas respectivamente por el nahúa, el caraibe/araucano, el quechua, el mapuche y el guaraní. Rona (1964), por su parte hizo grandes objeciones a esta división, entre ellas que olvidaba la presencia de otras lenguas y que olvidaba también que éstas no actuaron sobre una única variedad del español, sino sobre variedades ya diferenciadas. Menéndez Pidal (1962) propuso otra zonificación mucho más amplia en tierras altas, del interior, con menos influjo andaluz y tierras bajas, costeras, más andalucistas. Las clasificaciones basadas en rasgos lingüísticos -fonéticos principalmente, pero también morfosintácticos y léxicos- tienen su máximo exponente en las de Rona (1964) y Resnick (1975). El primero distingue 12 zonas mientras que al segundo, a partir de ocho rasgos fonéticos acaba señalando 256 combinaciones. Zamora Munné (1979) distingue nueve zonas a partir de tres rasgos, voseo, pronunciación de la /x/ y de la /s/. Cahuzac (1980) se basó para su propuesta en los términos utilizados para designar a los habitantes rurales y coincidió casi completamente con la división de Henríquez Ureña. Otras clasificaciones, como la de Canfield (1962), basada en la cronología relativa de los asentamientos, o la de Moreno Alba (2001), mucho más reciente basada en sus propias encuestas, divide el territorio a partir del léxico estándar de las capitales del continente. Finalmente, la clasificación por países no parece el criterio más adecuado debido a que países grandes como México, constituyen una única zona y otros mucho más pequeños, como El Salvador, tiene islas dialectales (ver al respecto las síntesis de Alba, 1992, Lipski 1994, Frago 1999).
Como orientación presentamos la división que realiza Manuel Alvar en su Manual de dialectología hispánica. El español de América (1996). Por un lado diferencia Las Antillas, que incluye Antillas y el Papiamiento, y el continente. Este último queda dividido en lasa siguientes zonas: México, Los Estados Unidos, América central, Venezuela, Colombia, El Palenquero, Perú, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Argentina-Uruguay y Chile.