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Por su esencia misma el amor matrimonial es fecundo y está abierto a la vida (CIC, 1652). En los hijos las parejas experimentan no sólo una proyección de ellos mismos, sino el poder fecundo del amor que se enriquece en cuanto más da. Los hijos, cuando son recibidos con amor, alegran la vida familiar y le dan a los padres una razón más para esforzarse y luchar por ser mejores. Los hijos enriquecen la comunidad humana con su presencia y promesa del futuro.espero q te ayude
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