• Asignatura: Castellano
  • Autor: lunasofia0914pdhaev
  • hace 9 años

3 coplas de la region atlantica

Respuestas

Respuesta dada por: diegodavidsuarpberi9
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La copla del atlántico - Poemas de Ricardo Méndez De Paz



Ciento seis millones me separan

El inmenso mar me ubica alejado 

No obstante los sueños me alcanzan 

Y tu semblante me ha galanteado 




Ni olas ni mareas hundirán mi pasión 

Mis sueños me espolian a estar junto a ti 

Lucharé por atravesar el confín 

Que si naufragar nadaría por tu amor 




Cabello castaño me envuelve el alma 

Ojos marrones que me iluminan 

En tu ausencia no hallo la calma 

Y mis sentimientos hacia ti caminan 




Volaré sobre el Atlántico sin miedo 

Que por tu amor con todo yo puedo 

Ni tormenta ni marea ni huracán 

A la deriva  me llevarán 

Dos veces contigo he soñado 

A despecho de mi voluntad 

Y ahora quiero demostrarte toda mi bondad 




Pues eres mi perla mi esperanza 

Pues eres mi paz mi belleza 

Si mi corazón te alcanza 

Tu serás mi gran riqueza 




Cinco siglos que Colón 

Ha descubierto tu continente 

Pero presenciándote a mi frente 

Hallaré ese ensoñado amor

Respuesta dada por: jessicaalmario
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1) La manía de coplar :


A pesar de estar contento

no canto solo alegrías,

doy consuelo a las tristezas,

sean de otros, sean las mías.

En la copla soy abierto

no la quiero para mí

la copla es un bien común

así yo la conocí.

Coplo con entusiasmo

a la mujer que me inspira

pero también le echo flores

a esa que ni me mira.

A veces ando atareado

pero me doy mi respiro,

yo quiero a la que me quiere

y a la que no, la suspiro.


Soy muy pródigo en abrazos

por eso en este final

le dejo franco mi pecho

a quien lo quiera tomar.


2) Coplas del nene arquero

Aquí buscando a cupido

para cortarle las alas

y evitar que aquel amor

nos ocupe las entrañas

provocándonos la herida

que es tan difícil curarla.

Si lo llegaras a ver

notifícanos tal hecho

para llevar las tijeras

escondidas en un cesto

ya verán que a ese cupido

nos lo ponemos parejo.

Primero le damos coba

a modo que su carcaj

sepamos en buen momento

de venablos trasegar

para que cuando reaccione

de flecharnos sea incapaz.

Pero si erramos en eso

resultó que en esta vez

el chamaquito encuerado

nos derrotó en buena ley

cuando presto estira el arco

ya nada se puede hacer.



3) Romance para la luna costeña


A la luna de mi tierra

una palma la sostiene,

es por eso que me alumbra

como farol que se mece,

y el recuerdo de una joven

en el alma me entreteje.

Poco a poco voy buscando

una página que albergue,

con los versos que me inspira,

el trovar que la encarece,

y la luna suspirando

con su luz iridiscente,

la convoca condolida,

y no dudo que ahora llegue

a tocarme el corazón

con su mano que no hiere.

Esta noche, en la penumbra,

si la busco y no aparece

ya sabrá cuanto la extrañan

la razón y el inconsciente;

pues su luz cuando hace falta

es silencio que no duerme.

Quien la viera entre mis brazos,

destellando transparente,

a esa luna de mi tierra

por la que mi voz se pierde,

reclamando la ternura

de su abrazo preferente.

Quien la viera, quien la viera

con su edad, cuando ella llegue

restañando las heridas

en mi pecho de transeúnte;

a esa luna de mi tierra

que me trajo con su veste,

el bullir de esta canción

que en mi afán ahora se vierte.



4) Coplas de la limonaria florecida


Limonaria florecida

de los campos de mi anhelo,

con el alma yo te canto

sobre el aire de este verso,

cuando inhalo tu perfume

en las noches de febrero.

Eres un trino en el día

con tu blancura de nube;

en la noche, serenata

que, en mis suspiros, resume

el canto de una guitarra

esperando que la pulse.

Entonces empiezo a andar,

pero te llevo conmigo;

con tu recuerdo me asumo

al dictado del destino,

porque en mi mano floreces

radiante como un hechizo.

Ay, hermosa y florecida,

fleco de albura encantada,

eres el don que ornamenta

las tejuelas de mi casa,

ahí callada penetras

en acordes de fragancia.

Amo tu sol gemebundo

iluminando mí vela,

porque otra vez, en mi patio,

así mis ojos te vieran,

con especial atavío,

semejante a una princesa.

Pero, ya ves, limonaria,

no estoy solo ni estás sola,

pues nos acompaña el mar

argumentando en su glosa,

que por alcanzar la luna

soñó también con la gloria.



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