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Me puedo imaginar que ese ambiente no era para nada sencillo de manejar para Moisés, sin embargo, todos recordamos a Moisés como uno de los grandes héroes de la fe.
Si miramos la historia con atención, él no se dejó vencer por estas situaciones, y más bien, hay algunas herramientas que Moisés usó para tratar con este pueblo, de las cuales podemos aprender para la delicada tarea de manejar equipos de trabajo.
Algunos de los aprendizajes que he podido identificar son:
Era perseverante a pesar de la adversidad. Se presentó ante el Faraón 1, 2, 3…9 veces antes de que el Faraón accediera a dejarlos ir cuando se presentó la décima vez. No desmayó en el propósito, insistió, fue perseverante e insistente, porque tenía un objetivo claro. (Éxodo 5:1-2)
Tenía un objetivo y una meta clara. Él tenía que llevar a ese pueblo, con la quejadera y todo, hasta el lugar donde Dios le había dicho. Estaba claro en cuál era el resultado final que debía de alcanzar, tanto así que cuando el Faraón “negociaba” con él y le ponía ciertas condiciones para dejar ir a algunos, él se mantenía firme en su objetivo. (Éxodo 10:8-11)
Tenía claros sus Principios y Valores. Él sabía muy bien a quien obedecía y en quien creía. Si Dios decía que iba a hacer algo, él confiaba. Él era el líder del pueblo, pero estaba subordinado a la voluntad de Dios, y lo obedeció en todo. (Hebreos 11:24-27)
Delegó funciones. Cuando fue necesario hacerlo, designó jefes por grupos de personas que tuvieran principios y valores similares a los suyos, que le ayudaran con la tarea de manejar al pueblo y él poder optimizar su tiempo y energías para cumplir con el objetivo que se le había planteado. (Éxodo 18:13-27)
Buscaba y aceptaba el consejo. Siempre que el pueblo se revelaba y se ponía difícil, él iba a Dios para pedir consejo. Adicionalmente, fue de parte de su suegro Jetro que recibió el consejo de delegar funciones y esto le ayudó a poder supervisar todas las responsabilidades del pueblo que debían de ser atendidas. (Éxodo 18:24)
Comunicaba. Al principio de la historia de Moisés, vemos como él se quejó de no ser elocuente y hasta de tartamudo (Éxodo 4:10), sin embargo, era claro que debía de comunicarse con el pueblo y frecuentemente lo hacía. Entendía la importancia de la comunicación y cuando no se sintió capacitado para hacerlo, lo hizo a través de Aarón, su hermano (Éxodo 4:15-16); hacia el final de su historia, lo vemos cómo ya se dirigía él directamente a todo el pueblo (Deuteronomio 31:1); el punto es que no importaba cómo lo hiciera, Moisés se comunicaba.
Estableció reglas y orden. Había todo un código de leyes, reglamentos y procedimientos. Era necesario para poder administrar a todo ese pueblo. Dios se las mandó y él siempre se aseguró de reforzar la importancia de seguirlas (Deuteronomio 12:1). Eso es Organización, Disciplina y hasta tenían Descripción de Funciones (Éxodo 28:1-4).
Capacitó a otros. Sabía que él solo no podía hacerse cargo de todo el trabajo, así es que capacitó a otras personas para que pudieran asumir ciertas responsabilidades (Éxodo 18:20) y también capacitó a quien sabía que lo debía de sustituir una vez que él no estuviera presente (Deuteronomio 3:28), (Deuteronomio 31:1-3) y de esta manera se aseguraba de seguir desarrollando el potencial de las personas que estaban a su alrededor.
Era Conciliador y Negociador. La misión que se le había encomendado era la de dirigir al pueblo de Israel y de llevarlo a la Tierra Prometida. Sin embargo, esa tierra estaba ya ocupada por otros, y cuando llegaba, lo primero que hacía era negociar la paz con las personas que habitaban ahí (Deuteronomio 20:10-12).
No se dejó intimidar por el chisme. Y no sólo eso, sino que constantemente intercedía por los demás. Cuando sus hermanos, Aarón y María “hablaron” de él y Dios los iba a castigar, fue el mismo Moisés el que “intercedió” por ellos ante Dios para que no fueran castigados (Números 12:1-13), pasó también cuando el mismo pueblo murmuró en contra de él y una vez más él intercedió ante Dios por ellos (Números 16:41-46)
Explicación:
Moisés reconoce a Dios. ... Estar ante Dios implica generar actitudes de proximidad, iniciativa, apertura y a la vez, exigencia.