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El empresario Francisco Dittborn siempre ha vivido cerca de un taller. Su amor por las herramientas se remonta a sus antepasados; su papá fue, quizás, quien más lo indujo en este amor por la carpintería y desde pequeño lo acompañaba a trabajar. “Luego me puse a hacer cosas solo y entonces me di cuenta de que una buena herramienta muchas veces hace la diferencia entre un buen o mal trabajo”, cuenta Francisco.
Para Dittborn el trabajo manual es vital, “es el que nos remite a comprender cómo se hacen las cosas y también nos permite sentir el orgullo de decir ‘yo lo hice’ y también ‘yo puedo hacerlo’. Es importante sentir esa suerte de independencia de lo establecido, de recuperar el oficio y de no tener la necesidad de comprar aquello que te ofrecen -muchas veces desechable y barato- sino de hacer lo que realmente quieres o necesitas”, explica.
Corría 2013 y algunas de las herramientas de la colección de Francisco Dittborn fueron exhibidas en el Museo Histórico Nacional en la exposición “Carpinteros, herramientas del ayer
Para Dittborn el trabajo manual es vital, “es el que nos remite a comprender cómo se hacen las cosas y también nos permite sentir el orgullo de decir ‘yo lo hice’ y también ‘yo puedo hacerlo’. Es importante sentir esa suerte de independencia de lo establecido, de recuperar el oficio y de no tener la necesidad de comprar aquello que te ofrecen -muchas veces desechable y barato- sino de hacer lo que realmente quieres o necesitas”, explica.
Corría 2013 y algunas de las herramientas de la colección de Francisco Dittborn fueron exhibidas en el Museo Histórico Nacional en la exposición “Carpinteros, herramientas del ayer
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