• Asignatura: Informática
  • Autor: andresossa53835
  • hace 9 años

¿Cuáles son los retos de la ingeniería de sistemas para el 2050?

Respuestas

Respuesta dada por: alexcardenas30pdd0ln
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Recreación de la nueva sede que Google planea en California (EE UU).

Recreación de la nueva sede que Google planea en California (EE UU). GOOGLE

“Estamos a punto de ver una revolución que va a alterar la condición humana”, dice el neurobiólogo español Rafael Yuste. El ideólogo de Brain, el mayor proyecto de investigación del cerebro lanzado por EE UU, cree que en unas dos décadas se puede haber descifrado “el código cerebral”, algo parecido al genoma humano y que revelará, por primera vez, cómo 85.000 millones de neuronas se disparan y conectan entre sí para generar ideas, recuerdos, emociones, imaginación y comportamiento, la esencia de lo que somos.

Con el tipo de escáneres cerebrales que ya existen en cualquier hospital se está empezando a “adivinar lo que la gente está viendo, casi lo que está imaginando”, explica el científico. En 2050 se podría analizar la actividad cerebral de una persona para saber qué está pensando e incluso manipularla para controlar sus actos. Probablemente esas tecnologías se unan al desarrollo de la computación y la inteligencia artificial. “El lado bueno es que los humanos podríamos aumentar nuestras capacidades mentales” y “ayudar a pacientes con enfermedades cerebrales, neurológicas o mentales”, explica Yuste. Estas tecnologías también podrán alterar el cerebro de personas sanas, violar su privacidad hasta límites insospechados, dinamitar conceptos como la identidad personal y poner en duda quién es responsable de un acto, el humano o la máquina a la que está conectado. ¿Y si además hay un grupo de privilegiados con cerebros conectados a computadores y acceso a información que el resto de la gente no tiene?

“Antes de que empiece todo esto tenemos la obligación de pensar con cuidado sobre el futuro y diseñar reglas éticas para que estas tecnologías se usen para el bien de la humanidad”, resalta este científico, que trabaja en la Universidad de Columbia, en Nueva York. “Necesitaríamos proteger nuestros derechos cerebrales como si fuesen un derecho humano”, resalta.


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